Todo lo que puedo escribir acerca de D. Eugenio García Amor es (debo decirlo ya al comenzar), con el afecto fraterno, que perdura desde que ambos ingresamos en el seminario en 1940. Y debo añadir, de entrada también, que si tan honda y prolongada amistad se ha mantenido siempre siendo ambos tan distintos, se debe mayormente a su talante generoso y fiel, perdonador de toda deficiencia ajena.