Admiración y gratitud
Para Eugenio García Amor sólo tengo sentimientos de admiración y gratitud. Como ser humano y, en lo que a mí me atañe, también, especialmente, como profesor maestro de música. Mi aprecio en ese aspecto aún creció cuando pasado el tiempo pude experimentar la mediocridad insoportable de la enseñanza en los conservatorios.
Por ejemplo recuerdo como en una de aquellas clases de "introducción a la música" explicó primero, e inmediatamente después nos hizo experimentar con una grabación la esencia de la fuga. En pocos minutos. Qué gozada. No lo olvidé jamás.
Una vez en alguna visita que él hacía por Cedeira le hablé de la música sacra: “¿No sabes ese bajo ostinato en la sinfonía de los salmos de Strawinski, a cuatro tiempos contrastando con una melodía de tres por cuatro?”. Antes de que hubiera yo terminado de decirlo se arranca él a solfearlo. !Exactamente! !Entusiasmado! MI bemol_SI bemol_FA_SI_MI_SI_FA. acentuando cada nota como manda la partitura. Sólo eché de menos en esos momentos la orquesta entera.
Alguna vez le mandé alguna pieza de música sacra. Siempre me contestó a vuelta de correo.
Como muestra, transcribo literalmente la última carta que me escribió:
Ben querido amigo e ilustre músico:
Acabo de recibir o regalo das tus partituras, tan espléndidamente traballadas e orquestadas. Non sei se foron xa tamén interpretadas por algún conxunto, que permitise disfrutar da súa audición.
O que si podo comprobar é a competencia que tes para organizar todo ese notable repertorio de voces e instrumentos, aínda que supoña un meritorio esforzo e estudio wagneriano.
Agradecendo unha vez máis a túa delicadeza, recibe a miña aperta agarimosa co recordo daqueles anos que compartimos nas aulas académicas.
Este último párrafo me llegó al corazón.